27 dic 2016

El perro santo Guinefort



Los procesos de canonización en la actualidad son muy complicados, pues se requieren de varias pruebas de actos milagrosos, además de tiempo en el que la iglesia decidirá si es o no apto el individuo para ser un santo. Aunque la palabra final siempre la tendrá el Papa, la verdad es que pueden pasar decenas o cientos de años para que alguien pueda ser considerado un santo.

Todo esto esta muy bien controlado por el vaticano, pero en la antigüedad no lo era tanto, solo en Roma se tenían estos protocolos tan estrictos, pero en localidades alejadas y provincias, el poder recaía en las autoridades eclesiásticas de esas regiones, por lo que era mucho mas fácil la canonización sin todo el protocolo requerido.


Habiendo dicho esto, la historia mas contada nos lleva al siglo XIII, a Villars-les-Dombes, cerca de Lyon, Francia, en la cual un día un caballero de noble familia, dejo a su perro galgo de nombre Guinefort al cuidado de su hijo de meses de edad, mientras el y su señora salían.


Al regresar el caballero, este nota el hocico y patas del galgo manchadas de sangre, esperando afuera del cuarto del infante, el caballero al asomarse al cuarto vio la cuna del niño tirada, el buen juicio del hombre se nublo y sin pensarlo dos veces, atravesó con su espada a Guinefort, matandolo al instante, pues creyó que se había comido a su hijo.


Para su sorpresa el bebe comenzó a llorar, se encontraba del otro lado de la cuna, sano y salvo y al lado de el, los trozos despedazados de una serpiente venenosa, que el perro habría matado defendiendo al niño. El arrepentimiento y culpa inundaron al noble hombre, el cual cayo en cuenta de inmediato de su grave error, tomo el cadaver del perro y lo enterró en la entrada de su hogar, cubriendo la sepultura con varias piedras y plantando algunos arboles en forma de altar.


La historia de Guinefort llego a los lugareños, quienes visitaban su tumba, tanto para honrar su valentía, como para pedirle milagros, algunos llevaban hasta a niños enfermos, los cuales se dice que curaba, se dice que la gran devoción por este perro creció tanto que hasta que el párroco local lo había vuelto un santo.


Las historias de San Guinefort llegaron hasta oídos del escritor, clérigo e inquisidor Stephen de Bourbon, el cual creyó que la devoción a este santo era errónea, que no se predicaba la palabra de dios, si no del demonio.


Fue este mismo inquisidor quien demando el retiro de los restos del perro y la destrucción del altar, además de que, ayudado por la iglesia vaticana, hizo cumplir el decreto sobre que cualquier devoto de San Guinefort seria tratado como hereje, además de intentar destruir cualquier registro de su existencia, el solo hecho de visitar el altar seria una muy grave ofensa la cual seria castigada con el despojo de todos los vienes del individuo.


No importando lo que pasara, la gente seguía rindiéndole culto aun cuando en el siglo XVI, la naciente iglesia protestante critico el culto a San Guinefort, calificandolo como uno de los mayores errores de la iglesia católica.


La historia del perro mártir aun llego a resonar hasta 1930, aunque muchos dicen que en los alrededores de Lyon, aun muchas personas conocen la historia de San Guinefort.


Antes de que inicien con sus conjeturas extrañas, no, yo no soy religioso ni partidario de ningún culto, pero me pareció muy extraño y peculiar el encontrar un caso de santidad en un animal que no fuera humano.


Esta fue la historia de San Guinefort, santo patrono de los niños, si así como lo escuchan, quien tenia su festividad el 22 de agosto.





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