7 jun 2012

La cueva de los Tayos



La cueva de los Tayos es sin duda uno de los lugares más enigmáticos de nuestra madre tierra, considerada por muchos la cuna de la civilización. Ubicada en la Cordillera del Cóndor, a unos 800 metros sobre nivel del mar en el Ecuador, de muy difícil acceso y custodiada por la tribu de los Shuar, conocidos en el pasado por el arte de reducir cabezas y por su temperamento aguerrido.


 Visitar  la cueva es una verdadera hazaña, sumamente peligrosa, para iniciar un viaje en por la zona montañosa en las faldas septentrionales de la Cordillera del Cóndor, después, por un túnel completamente vertical de 2 metros de diámetro de boca y cerca de 64 metros de profundidad, descenso el cual se hace a manera de rapel, con cuerdas y poleas, de ahí en adelante la gran entrada, donde aun la más potente luz palidece ante la inmensa oscuridad que ahí se cierne frente a un laberinto que podría extenderse por kilómetros y pasar hasta por debajo de países enteros. 



Todo esto solo si se sobrevivió el paso por las aldeas de los Shuar, ya que ellos consideran la cueva como un lugar sagrado y ahí obtienen los huesos de los Tayos (una especie de ave ciega que habita en cuevas muy profundas y oscuras en gran parte de Sudamérica) para sus rituales y vestimenta de bodas. Han existido casos en los que los Shuar han llegado a matar a más de un expedicionario, al no mostrar respeto por el lugar, no pedir permiso, o simplemente porque se altera el orden, es una tribu muy violenta si se les molesta.


Pero ¿Por qué pasar por tantos peligros para entrar a una cueva? ¿Qué es lo que se encontró? Para iniciar, en 1969 un espeleólogo aficionado húngaro nacionalizado argentino de nombre Juan Moricz se autoproclama descubridor de la cueva,  cosa algo rebuscada ya que existían algunos otros que ya habían estado ahí, pero a diferencia de los de mas Moricz hiso algo que los de mas no, registrarlo ante notario público, cuya en acta notarial del 21 de julio de 1969 se lee:

"...he descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el menor indicio..."

Gracias a esto, aunque no fue el descubridor de la cueva, si fue el primero en dar a conocer al mundo entero este sistema de túneles y cuevas intraterrestres.



Una de las cosas que descubrió Moricz en la cueva de los Tayos fueron huellas enormes marcadas en gigantescos bloques de piedra, tallados con tal precisión que es imposible no pensar que sean de origen artificial. Cámaras enormes labradas de la misma forma, completamente rectas y de una capacidad tal que podría entrar una casa pequeña sin problemas, pero sin duda uno de los hallazgos más impresionantes y que atrajo la mirada de los buscadores de tesoros fueron las laminas metálicas que describe en el acta notarial.


Una biblioteca metálica, escrita en laminas de oro, con inscripciones desconocidas que recuerdan la escritura sumeria. Moricz sostenía la teoría de un mundo dentro del mismo mundo, un mundo subterráneo donde la humanidad había existido desde hace 250,000 años y en cuyas láminas se narraba su historia. Moricz pasó parte de su vida buscando una entrada a su mundo subterráneo, viajando desde Perú, Bolivia y Argentina, hasta que en Ecuador encontró lo que tanto había buscado.


Hablando en especial de las laminas de oro, muchas de estas se encontraban en poder del padre salesiano Carlo Crespi, al cual le eran regaladas por los nativos Shuar como agradecimiento por sus actos benéficos y de protección que el brindaba a estos. La colección del Padre Crespi constaba de varios cientos de laminas con inscripciones y dibujos jamás antes vistos, tristemente todo su “tesoro” desapareció después de su muerte.



Cerca del año 1974 el escritor suizo Erick Von Däniken logra convencer a Moricz para que le diera información y fotografías de su hallazgo, la cual utilizaría para su libro “El oro de los dioses” el cual rápidamente se convertiría en un best seller, pero Moricz no recibiría crédito o regalías del libro.


Gracias a esto la cueva se volvería aun más conocida, tanto así que para julio de 1974 se realizaría una expedición en conjunción con los gobiernos de Ecuador e Inglaterra, la cual llevaría personal científico y militar, además de contar con el primer hombre en pisar la luna, Neil Armstrong. Hecho que después seria tachado de mentira por el gobierno de los Estados Unidos, aun cuando existen archivos, declaraciones de prensa y fotografías donde aparece Armstrong.


La expedición duro 35 días, lograron convencer a los Shuar de que la visita era meramente científica, los cuales confiaron y permitieron su investigación. Un generador de electricidad se instalo en el campamento base ubicado en la boca de la cueva, y día con día descendían los investigadores y militares. 


Los resultados oficiales de dicha “investigación” concluyeron que la cueva de los Tayos no tenía ningún enigma, no fue encontrado nada que indicara alguna civilización pérdida, ni las dichosas láminas de oro, que toda la estructura de la cueva había sido creada naturalmente y no existía nada artificial en ella.

Curiosa conclusión, cuando varios de los arqueólogos e investigadores sabían que tales estructuras y dinteles no podían haber sido creados con tal perfección por la naturaleza, muchos de ellos salían asombrados día con día de la cueva, aun el mismo Neil Armstrong declaro que su visita a la cueva había superado con creces su experiencia en la superficie lunar.


Posiblemente la misión real de dicha “expedición científica” fue la de ocultar todo rastro de civilizaciones perdidas, un excelente trabajo de encubrimiento. Lo que es un hecho es que los nativos perdieron total confianza en los investigadores gracias a que al final, se sacaron cuatro cajas grandes de madera completamente selladas, las cuales no dejaron abrir a los Shuar, por lo que se sintieron ofendidos y traicionados, pues esa gente, esos intrusos habían saqueado su lugar sagrado.


Todo queda en misterio, ¿traición británica? ¿Civilizaciones perdidas? ¿Laminas de oro? ¿Artificial o natural? Las respuestas a esas preguntas solo las sabrán quienes estuvieron ahí, pero ¿Para que gastar más de dos millones de dólares en una expedición hacia una cueva que terminaría siendo creada por la naturaleza? ¿Por qué negó el gobierno de los Estados Unidos la participación de Armstrong? 


Muchas más preguntas que respuestas, aun en nuestros días la idea fantástica de las laminas de oro y la biblioteca de más de 250,000 años de antigüedad sigue atrayendo a buscadores de tesoros valientes, que no les importa el peligro que representa la visita a la cueva de los Tayos.

Muchas veces nos preocupamos mas por estudiar el universo, cuando aun no conocemos en su totalidad nuestro planeta y su historia, hay aun demasiado que desconocemos de este planeta, del fondo del mar y de las cuevas que posiblemente nos den la respuesta a la pregunta universal ¿De donde venimos?


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