El paso del tiempo es imposible detenerlo y la forma en la
que vemos el mundo va evolucionando día con día. Muchas veces nos preguntamos ¿Qué
haremos de nuestras vidas? Si bien es
cierto que desde pequeños se nos envía a la escuela para comenzar nuestra formación
y educación, también es cierto que muchas veces escogemos la salida fácil o
simplemente encontramos otros intereses que en ese momento nos parecen mucho más
importantes.
Muchas veces creemos que por nacer con una fisionomía agraciada,
o sin tantos rodeos, por nacer guapos tenemos el mundo comprado. Tristemente esto
es cierto, pues vivimos en una sociedad de lo más superficial, donde lo que más
importa es la belleza, y aunque este término “belleza” puede ser subjetivo,
muchos de nosotros sabemos reconocer lo que es una persona guapa o hermosa.
Muchos de los cuales salen en revistas, pasarelas de moda o
simplemente son modelos, ganando cantidades exageradas de dinero.
Pasa exactamente lo mismo en el mundo del cosplay, ya que si
vemos los primeros lugares de los concursos de cosplay generalmente son personas hermosas, cuerpo perfecto, cara perfecta, no importando si el cosplay
o disfraz es tan cubierto como una monja o tan destapado como una prostituta.
Muchos creen que por ganar unos cuantos concursillos de
cosplay pueden dedicarse a eso, dejan la escuela o la pasan a segundo término dedicándose
por completo a hacer mas y mas disfraces, invirtiendo cantidades de dinero
exageradas, más de lo que es el primer premio del concurso, para lucir
extravagante unas cuantas horas en las convenciones, comprando la idolatría de
cuanto friki les toma foto, sean hombres o mujeres.
Pero ¿Será a caso que es posible dedicarse a un arte tan ridículo?
Muchos así lo creen, dedicando su vida entera en ser el o la mejor cosplayer,
si son personas guapas o hermosas ya llevan más de la mitad del camino
recorrido, pues recordemos que los concursos de cosplay son viles concursos de
belleza o concursos de “a ver quien enseña mas” todo se reduce a eso, la cara más
bonita, el mejor cuerpo, dejando en segundo plano el vestuario o cosplay en sí.
Los que no nacieron tan agraciados físicamente pueden
recurrir a los kilos de maquillaje, millones de dólares gastados en un traje
que posiblemente solo usaran una vez en su vida, o comprar a los jueces, pero
todo tiene un límite, hasta la belleza que tanto les gusta, pues como en un
principio escribí, el paso del tiempo es imposible detenerlo.
Muchos dicen “Seré cosplayer hasta el día que muera” ¡Esta
bien! Pero sería una tortura ver a una anciana de 80 años contoneándose y
tratando de “seducir” la cámara de los frikis, con movimientos lascivos, persiguiéndolos
para que le tomen al menos una foto. En este caso el pobre friki denunciaría a
la anciana por acoso, pero ese es otro punto muy aparte.
Con tus carnes colgadas, pellejo flácido por todas partes,
caminar de 10 metros por hora, oxigeno y visitas al baño cada 10 minutos, serás
todo menos un cosplayer “sexy”
Lamentablemente tanto en Japón, como en muchas partes del
mundo donde se practica cosplay, estamos en un peligro latente, que ya se vive
en muchas partes de Europa, la gente no tiene hijos, prefiere casarse a una
edad ya muy avanzada, no se casan, y muchas veces (como en Japón) las personas
prefieren no abandonar el nido familiar y podemos ver a personas de 40 años aun
viviendo con sus padres. Sin nuevos jóvenes, los jóvenes de ahora seremos los
viejos del mañana, los cosplayers sexys de hoy, serán los cosplayers decrépitos
del mañana.
Las convenciones se llenaran de viejos rabo-verde, pescando
cual pedobear a cualquier chica que ya mínimo sea 20 años menor que ellos.
Mujeres que hoy nos dejan sin aliento por sus diminutos cosplay, en unos años
nos dejaran sin desayuno (por vomito) al verlas en los mismos trajes.
Las convenciones se llenaran (y actualmente ya está pasando)
de personas de entre 25 a 35 años, que si bien, hacen alguno que otro cosplay o
entran de mínimo a las convenciones a ver que hay, son personas con trabajos,
con hijos o con otros problemas más serios en su vida que el clásico problema “¿Qué
cosplay hare para la siguiente convención?”.
Aun existirán los traumados con el cosplay que a sus 35 años
seguirán cual quinceañero, comprando tela, ropitas o vestiditos para lucir como
aquel personaje que en el anime tiene 14 años. Nunca hicieron nada de su vida,
pues su adicción es tal que pasan los meses confeccionando su próximo “trajecito”
con tal de ganar un poco de aceptación, elogios, popularidad entre sus
semejantes y sobre todo, ganar el concurso el cual gracias al premio monetario
les ayudara a comprar los materiales para su próximo cosplay, premio con el
cual, sinceramente no alimentaria a una familia ni una semana.
¿Cuándo dejarlo? Ciertamente la respuesta está en cada quien,
pero es mejor retirarse con la victoria (si es que fuiste de los muy pocos
cosplayer que además de buen disfraz eras guapo) que vivir la caída de tu
belleza teniendo de espectadores a aquellos que alguna vez te aclamaban y hasta
hacían fila para tomarse una foto contigo.
Todo tiene un límite, la belleza, agilidad, y sobre todo la
juventud. ¿Te imaginas que tus nietos se burlen de ti porque eres el abuelo o
la abuela loca que se viste como golfa o gigoló a sus 60 años?
Hay que tener un plan en la vida y sobre todo, hay que tener
las prioridades de la vida misma en un orden correcto, hay que madurar o mínimo
aparentar madurez o resignarse a hacer cosplay de personajes ancianos.
En texto todos los derechos reservados©
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